miércoles, 14 de marzo de 2018

Nietzsche viste de Prada. Reseña de Antonio Praena: Historia de un alma. Visor. 2017



Nos encontramos aquí con el ganador del prestigioso Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, tras sus anteriores entregas, Humo verde, Poemas para mi hermana, Actos de amor y Yo he querido ser grúa muchas veces. No es habitual en la poesía española actual encontrarnos un proyecto como este, en el que el yo poético no se corresponde en absoluto con el poeta. El protagonista de la obra está completamente alejado del escritor. No es solo un fingidor porque tiene que racionalizar su propia experiencia y traducirla a versos, también ha tenido Antonio Praena que ponerse en otra piel, realizar un trabajo de investigación psicológica y social sobre el personaje. En este proceso se ven las huellas del American Psycho, de Bret Easton Ellis. O de los filmes que glorifican el comportamiento sociópata de Wall Street. También está cerca de la mirada desencantada de Jep Gambardela, el protagonista de La Gran Belleza de Paolo Sorrentino (cinta que aparece en uno de los poemas de la última parte y también la recuerda Funerales). Estos ambientes están muy alejados -espero- de la facultad de Teología de Valencia, donde ejerce su labor Antonio Praena.

            El contrapunto lo percibimos desde las citas iniciales, Santa Teresita de Lisieux o el maestro Eckhart, desde la mística acaba permitiendo un camino hacia la perdición -dejar a Dios por amor a dios-, para alcanzar la redención. Como recoge la cita de Eliot: “La ventaja esencia para un poeta no es la de enfrentarse con un mundo bello y armonioso, sino ser capaz de ver tras la fealdad y la belleza; en ser capaz de ver el tedio, el horror y la gloria”. Y, a continuación, Nietzsche: “Extático es lo bello / tan solo quien se pierde le da alcance” (Éxtasis).

“La esperanza que ahora
destierras de tu frente sin espinas
y sólo ha de brotar cuando, simiente,
aguarde en tu derrota y en tu tumba
-contra lo que tú mismo declaraste-
la mañana entre almendros
de la resurrección” (Postrimerías)

            A lo largo del camino en el que acompañamos a esta alma torturada, en especial en el principio y en la última parte, los poemas alcanzan un tono metafísico, perderse para llegar a la belleza. La belleza como símbolo, a la manera neoplatónica del Bien y de Dios. Al protagonista le gusta regodearse en ambientes sórdidos (Comebolsas). Drogas, prostitución de bajos fondos “Cocaína y ginebra / celebran que estoy solo de viernes a domingo” (Finde). Historia de un alma debería ser la confesión de un pecador, pero toma la forma de vindicación orgullosa de la soledad existencial de estos “triunfadores” que aspiran a suplantar a dios: “Poder, oh, sí, poder. Poder es la palabra / (…) ¿Quién no quiere ser Dios en esta noche?” (Carpe Noctem); “Si los dioses existen, / ¿cómo no ser uno de ellos?” (Signa temporum). Porque, en el fondo, creen que incluso los dioses los envidian:

“Quieren los dioses ser de carne,
llevar gafas de sol, viajar en Audi
con el rostro bronceado, cuellos duros,
gemelos de Piaget, corbatas Silbon,
y dar por liquidados viejos sueños” (Carne)

            El tema requiere, pues, un vocabulario no convencionalmente poético: Iphone, Audi,  farlopa… que contrasta con la higher education del protagonista. Efectista mezcla de latinismos con el posmoderno y arrabalero. Un estilo de vida descrito por el sociólogo francés Gilles Lipovetsky en La era del vacío, un hedonismo cool, high tech de los privilegiados de un sistema que los deshumaniza y prefieren sentir el mal antes que no sentir nada en absoluto.“Toda felicidad aspira a lo palpable” (Tecnología aristotélica).

“Tú sabes que en el fondo del placer está acechando
un ansia visceral que aspira al cuero
de antiguos arquetipos,
de bárbaros soldados
o de esos milenarios cazadores
que aún pujan en tus genes dominantes” (Cuero)

            Porque estos son los nuevos bárbaros de los que hablaba Kavafis, que llegan y actúan con la voluntad de virilizar nuestra especie.

“El secreto consiste
en agitar todo su cuerpo
hasta que se despierte lo más hondo:
un instinto animal,
una fuente cargada
que emerge hasta sus labios y sus dientes
las yemas de sus dedos y las uñas” (Alma)

            Las referencias cultas del poemario son muy dispares y dotan al protagonista de una complejidad psicológica y de un juego de espejos en el que el autor y el protagonista se esconden mutuamente. La referencia a Copia Certificada, de Abbas Kiarostami, en un tono ¿platónico?, está más que justificada:

“Nuestra vida es la copia
de un texto original
que jamás ha existido” (Copia certificada)

            El libro también es una reflexión sobre la función del arte, sobre las relaciones de la vida con el arte (Recriminación de Manrique) tanto como una denuncia de la deshumanización del hombre contemporáneo.

“¿Qué esperabais del arte? ¿Alguna vez
te has preguntado cuántos mundos
se esconden en lo oscuro de este mundo?” (Salida 13)

            Como se advierte en el paralelismo con Bacon (Arte), no se concibe la poesía -o la pintura- como un refugio, una salvación para el alma humana, al contrario, pueden representar lo que de falso e hipocresía tienen para anestesiar el choque con la realidad.

“El sufrimiento es algo sobrevalorado.
No merece más líneas.
Un invento político, una excusa del arte.
Pero la vida no es el arte” (Formatos)

            ¿Quién dice estas palabras, el protagonista de alma perdida, el autor del poema? Un poco recuerda al tono canalla de Walter Arias, el logorréico personaje de El novio del mundo, de Felipe Benítez Reyes.

“Una novela destripada,
pues se sabe el final desde el principio:
todos mueren.

La salvan varias páginas de sexo
venosas, arrimadas, desquiciadas
-solitarias o en grupo- con putas o travestis” (La vida)

            Y esos sueños perdidos de las utopías redentoras de la humanidad y los grandes relatos son los que determinan el Fin de la Historia: “Esto también es el final de la historia” (Occidente). Y, después qué queda, el cuerpo y los placeres, decía Foucault.

“Perseguís la belleza,
mas el sagrado don os es esquivo,
porque sois feos
-cuestión de proporciones-,
estáis gordos
-lo que denota una persona nauseabunda-,
y no habéis visto el arte suficiente” (Men style)

            Otro de los temas es la dimensión temporal, el instante y la eternidad (G. Bachelard no anda lejos), tal como se anuncia en la cita inicial de Santa Teresita de Lisieux. La muerte, pues, no sería sino consuelo del olvido de lo que somos: “¿Y si morir no nos entristeciera?” (La alegría).

“Mil años de pecado
son a sus ojos un instante,
una ausencia sagrada” (Occidente)

            En esta historia de redención se plantea en los términos de aquella herejía de los que aspiraban a ser salvados a través del pecado, porque se necesita ser pecador para ser salvado, porque los sanos no necesitan a los médicos. “Nunca el Amor es inocente, / más bien es el perdón de la inocencia / que hemos perdido o profanado” (De una forma o de otra). De ahí la necesidad de la fealdad y el pecado: “Ser feo es una forma de conciencia, / un lugar en el mundo” (Bienaventuranzas). La historia de una redención no del pecado, sino a través del pecado, la depravación y el lujo

“Te has creído este libro?
¿Existe el personaje que aquí escribe?
La indignación es pura hipocresía.
Desde Aristóteles a Vattimo,
ningún filósofo ha negado
que la felicidad es el motor de la existencia
(...)
¿Cambió la vida de alguien un poema?
(…)
Posiblemente sí, pero duró tan poco.
La vida se redime entre las sábanas
sobre los que vaciamos nuestro cuerpo
derramándolo en otro
que se lo bebe gramo a gramo.
Y, puestos a elegir,
yo al menos reconozco mis instintos
henchidos de vigor y precios elitistas” (Querido lector)

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