lunes, 28 de agosto de 2017

Visiones de Juana


La odisea de Juana Rivas durante este verano ha desbordado la anécdota personal y ha pasado a la arena de comentaristas de todo tipo. Echando la vista atrás no deja de sorprender los cambios que se han producido en la mal llamada opinión pública. Algo muy interesante de este caso es que se mezclan unos elementos dispares que permiten acogerse a diferentes respuestas resaltando unos y desechando otros en el razonamiento. Por ejemplo, el hecho de que el marido sea extranjero puede hacernos sentir simpatía por la madre simplemente por ser española. De modo contrario, ser padre separado al que se le quita la posibilidad de ver a sus hijos puede acarrear el apoyo de quienes se ven reflejados en sentencias judiciales que otorgan la custodia a la madre, desoyendo cualquier otra consideración. Grupos de padres perjudicados por estas sentencias se manifiestan en apoyo de la petición de Francesco Arcuri, sin pararse a pensar si realmente corren peligro estos hijos concretos en manos de este señor en concreto.
                Elementos básicos en este caso son, por un lado, la condena al padre por malos tratos hacia la mujer y, por otro, la desobediencia a una serie de mandatos judiciales. Es evidente, por supuesto, la oleada de empatía que, por una vez, ha alcanzado no sólo a la presidenta de la comunidad autónoma de Andalucía, sino también al presidente del gobierno, más proclive a responder a la gallega, esto es, a no saber si las escaleras suben o bajan.
                Esta empatía se conecta con los recuerdos de otros casos en los que sentencias judiciales algo irresponsables permitían la visita a unos padres condenados por violencia machista y luego acababan lamentando el asesinato de los niños. Uno entiende perfectamente que la madre, cualquier madre, cualquiera de nosotros, prefiera enfrentarse a la Justicia antes que arriesgarse a que sus hijos sean las víctimas del enfrentamiento con el ex. Las olas de solidaridad bajo el lema Juana está en mi casa son muestra muy evidente.
                Después del vuelco masivo en apoyo a esta granadina, parece que se despertaron las conciencias más tradicionales. Normalmente se trata de personas que, quizás en público dicen ser feministas, o defensoras de la mujer, pero que en la práctica esconden un machismo encubierto. Suele corresponderse con aquellas con moral tradicional a las que les pone más nerviosas el desorden que la injusticia. Era muy difícil encararse contra Juana Rivas teniendo en cuenta la solidaridad general, así que tuvieron que buscar un argumento que pudiera ir contra esta madre, pero no directamente, para no quedar mal. El cumplimiento de la ley fue la coartada.
                Digo que fue la coartada porque no entraron en analizar si había existido falta de tutela efectiva por los tribunales. Lo que se empezó a hacer fue alarmarse porque no se había cumplido el auto del juez. De todas formas, era muy difícil culpar a una madre que tenía tanta opinión pública a favor, así que apareció la muletilla, “está muy mal aconsejada”.
                Durante días se ha podido asistir a debates muy ilustrativos de la falta de alfabetización en cuestiones de feminismo. De nuevo aparece esa estúpida equidistancia que defiende que no hay que ser ni machistas ni feministas, cuando, repitámoslo una vez más, el feminismo quiere la equiparación entre hombres y mujeres. Para un femenino genérico que se usa, hay que ver lo difícil que es entenderlo. Otros hablan de exceso de feminismo, de feminismo radical… dando cobertura a los pensamientos machistas rancios que se ven reforzados cuando las personas “sensatas” critican lo mismo que ellos critican.
                No voy a entrar en si realmente Juana Rivas debió hacer lo que ha estado haciendo, aunque lo entiendo. Ni voy a entrar a criticar las numerosas decisiones judiciales, hasta los más altos estratos que han fallado en su contra. Donde me parece que habría que poner el dedo, porque a nadie lo he visto poner, es en los argumentos y sus consecuencias. Para empezar, acusar a esta mujer de estar mal aconsejada es una manera de quitarle autonomía y minusvalorarla. Una mujer no puede pensar por su cuenta, no puede decidir por sí misma hacer una desobediencia civil, tiene que estar manipulada. Manipulada por una abogada feminista radical, por una familia insensata, por quien sea, porque tampoco hay pruebas de que haya sucedido así.
                Parecía que los tribunales iban a darle una tregua cuando se presentó esta semana y la dejaron salir en libertad. Pero, a la vuelta de la jueza de vacaciones, han llegado las consecuencias. No sólo se vuelve a insistir en la devolución de los hijos al padre, sino que también decide iniciar el proceso contra los familiares (todos hasta no sé qué grado) y contra las abogadas por encubrimiento. Es decir, sin más prueba que la vox populi, se las decide encausar como instigadoras de un delito.
Incluso se ha llegado a insinuar que fue una denuncia falsa. Y, por si fuera poco, en diarios tan “serios” como El Mundo, se da pábulo a un artículo en el que se acusa a la granadina del “síndrome de alienación parental”, es decir, que ha ido manipulando a sus hijos en contra del padre. Este mal llamado síndrome no existe, no está aceptado por la comunidad médica ni psicológica por lo que la dirección del periódico debía haber evitado publicarlo. Eso no significa que todas las madres sean buenas, ni que actúen correctamente en los procesos de divorcio, lo único que prueba es cómo la prensa acaba volcándose hacia posiciones contrarias a la mujer.
Lo que asusta es que absolutamente todos los comentarios en el periódico son contrarios a las feministas.Ninguno toma partido por la defensa de Juana Rivas.
La asesora jurídica está quedando como la mala de la película, reuniendo a su alrededor todo el antifeminismo (que no sólo engloba a los machistas, sino también a los tibios) y desprestigiando la causa de la igualdad.
Este caso, como otros muchos, recordemos el de la española presa en Estados Unidos durante casi una década, muestran que la sociedad dista mucho de haber cambiado lo necesario, que cuando se escarba un poco falta tiempo para volver a posiciones más que conservadoras, en las que la mujer todavía tiene que luchar para alcanzar la igualdad jurídica y social con el hombre. La reflexión es independiente de si tiene razón Juana Rivas o no, lo digo por los comentarios que ha suscitado el caso.
               

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