lunes, 12 de septiembre de 2016

La necesidad de apoyos firmes (2ª parte)



Tomarse estas reflexiones en serio no significa que no vaya a mirar a ambos lados de una calle para cruzar, significa ser consciente de que la historia de la humanidad, y de la ciencia en particular, está plagada de supuestos sentidos comunes, de razones que no eran sino racionalizaciones pensadas para justificar una dominación. Las ideas de una época son construcciones sociales. Eso no quiere decir que el rey absoluto impusiera la botánica a sus enviados a las Américas, lo que significa es que a los ojos de los naturalistas de la época, todo, desde el Rey hasta las más minúsculas hierbas, debía regirse por la razón. Si no hubiera sido un pensamiento “razonable”, si no hubiera pasado por “sentido común”, evidentemente, no habría llegado a los libros de texto. Aunque se han dado múltiples casos de que se han colado barbaridades incluso para su época.
La mayoría de los que critican a los relativistas acaban por darle la razón al adversario. Los físicos que reniegan de Kuhn terminan por aplicar, con el mismo nombre o con otro, el concepto de paradigma y de revolución científica. Un ejemplo leído esta misma tarde, los “realistas” pretenden que la razón por la que un enunciado como “la nieve es blanca” es verdad radica en que la nieve efectivamente es blanca. Pero cualquiera que viva en territorios nevados sabe perfectamente que la nieve es blanca, pero con matices, incluso que puede tener un color sucio con la polución, o que directamente sea barro. Y en todos los casos es nieve. Sé que es un ejemplo tonto, pero las cosas del sentido común son así.
Lo más llamativo de esta lucha de ideas es que, en estos momentos, parece que ser relativista es ser el peor absolutista y, además, culpable de quebrar el avance de la civilización. Un poco como en la filosofía de Derrida donde lo que parece ser es siempre lo contrario. Los partidarios de que la religión se imparta en los centros educativos acusan al relativismo de ser la ideología más despótica de todas. Lo dicen quienes ofrecen un solo camino a la salvación y mandaban hasta hace muy poco al infierno a todos los demás (ex Ecclesiam nulla salus), los que, a poco que se les permita influir en las decisiones políticas, acaban por imponer su visión reduccionista y machista en temas controvertidos como el aborto y las tradiciones. Las religiones están utilizando a su favor las conquistas que la Ilustración procuró a los que no aceptaban la imposición de las religiones, el derecho a pensar por sí mismos. Aprovechan el relativismo a su favor. Tus ideas y tus razonamientos no pueden contra ellos porque están en su derecho a pensar así. Por lo visto defender el relativismo cultural es imponer una ideología mientras que evangelizar no lo es. El mundo patas arriba.
Mi relativismo es antiabsolutista, no pretendo sentar cátedra en nada, sólo discuto porque no estoy totalmente seguro. Intento estar más seguro cada día, encontrar más argumentos, mirar las cosas de otra manera, un poco de humildad. Sé que el razonamiento no me va a dar la seguridad absoluta, pero es lo mejor que tenemos. El caso es que quizás ni quiera la seguridad absoluta. Me encuentro bien dudando.
Me da la impresión de que necesitar apoyos firmes o no necesitarlos no es tanto una cuestión de filosofía como de gustos personales. Hay quienes necesitan tener un centro de gravedad permanente, como decía Franco Battiato –creo que un tanto con ironía–, y estamos otros que nos entusiasmamos ante la idea de que las cosas y los juicios no son eternos y que dependen de las sociedades cambiar o no. Imagino que es lo que pasaba con Kant (al que, por otra parte, me parezco) y lo que le sucedía a Heráclito. Uno no salió de su pueblo, y el otro no podía bañarse en el mismo río.
Lo que me da miedo es que cosas tan “evidentes” no lo sean tanto. Hace ya tiempo que aprendimos a desconfiar de la razón, que a veces se comporta como un monarca absoluto y en su nombre se perpetran crímenes atroces, como la eugenesia o la solución final de los nazis. Pues si tras los filtros de la razón encontramos apetitos inconfesables, ¿qué no encontraremos tras las intuiciones? ¿El sentido común, que ya sabemos de antemano que no es tan común, no nos engañará para justificar que queremos lo que queremos, que odiamos lo que odiamos y que somos como somos?

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