miércoles, 29 de junio de 2016

Resaca



Los fines de semana se acaban demasiado pronto y lo que tenía pensado va a quedar para el siguiente. Muchísimas cosas bullendo a cuenta de las elecciones. Supongo que una más no importa demasiado.
Una de los aspectos más interesantes de unas elecciones se presenta en el recuento de votos. Suele ser el momento en el que todos los partidos ganan. En estas atípicas elecciones también han sido atípicas las reacciones de los atípicos partidos que no se llaman partidos. No creo que descubramos nada nuevo si volvemos a los despropósitos de la ley electoral, no sólo por el procedimiento D’Hont, también por la distribución de diputados y senadores por provincias que privilegia a la España interior tradicionalmente más propensa a votar a la derecha.
Creo que había que reflexionar sobre unos puntos básicos. Para empezar, habría que preguntarse por qué millones de personas votan de nuevo al PP, especialmente en los lugares donde se han descubierto últimamente más casos de corrupción. Partir de la base de que la gente no sabe lo que vota, que, por otra parte, es el argumentario contra el “populismo”, no nos lleva a ningún sitio, aunque, indudablemente, algo de donkey vote pueda existir. Tradicionalmente la derecha es más proclive a no abstenerse y el PP ha sido su partido. El fallido experimento Vox no ha contado demasiado, sólo Ciudadanos pudo suponer una alternativa factible. Parte de la migración del voto desde Ciudadanos al PP de nuevo tiene que ver con el acuerdo de Albert Rivera con Pedro Sánchez, pero, creo que sobre todo se debe al miedo a que ganara Unidos Podemos. La campaña triunfalista ha movilizado efectivamente a votar a la derecha a la defensiva.
Otra cosa que es importante aclarar son los motivos que llevan a pensionistas, clase trabajadora, intelectuales de muchos tipos a seguir votando a un partido cada día más salpicado de corrupción. Los casos de Valencia y Granada son paradigmáticos. Por un lado, el PP ha tenido el acierto de encontrar un slogan que se autojustifica: son corruptas las personas, no los partidos. Es coherente con su ideología individualista (y no con el ataque a los nacionalismos periféricos, culpables como ente y no como individuos). Es un argumento que no convence a nadie pero permite al votante del PP no sentirse idiota. Además está la simpatía que despiertan en cierto electorado, vinculado personal o ideológicamente, con los corruptos. En mi pueblo ha pasado muy claramente. Pedimos en abstracto penas más duras contra la corrupción y cuando se confirma una condena, siempre se nos antoja excesivamente rigurosa.
La fidelidad del votante de derechas no tiene que ver simplemente con el origen de clase. Ojalá, porque sólo les votaría una minoría cada vez más exigua de clase media-alta y clase alta. El votante del PP se identifica con la religión, con la nación española, con el conservadurismo y ha tenido miedo de “el Coletas”. La campaña de miedo ha sido especialmente devastadora, trayendo a cuenta desde Venezuela a infinidad de bulos sobre declaraciones y actitudes de Unidos Podemos a la vez que se silenciaban los ataques que sufría la coalición.
Ahora se ha puesto de moda en las redes sociales denunciar a la “extrema izquierda” por atacar e insultar a los votantes del PP. ¡Qué poca memoria! La cantidad de insultos y vejaciones que nutren páginas como Anti-podemos y similares han navegado por la red con la misma impunidad que Jiménez Losantos amenazando con su escopeta. Nunca me han gustado los insultos, sin embargo, creo que no se está juzgando con el mismo rasero. Calificar de cómplices o de estúpidos a quienes votan políticas que les perjudican puede ser de mal gusto, pero forma parte del funcionamiento de las redes. Cuando Podemos sube en las encuestas, a repetir que Hitler subió al poder “democráticamente”, cuando ganan los tuyos nadie saca a colación a los nazis.
La bajada del PSOE ha sido brutal, el peor resultado de su historia en democracia. En cambio, ellos sí que saben, se ha presentado como un triunfo ante el “sorpasso”. Son el primer perdedor, ¡aleluya! Y no sólo han respirado ellos, también el PP. Son enemigos conocidos, saben cómo atacarse sin hacerse demasiado daño. Uno y otro se necesitan. Ambos llevan a cabo políticas similares en lo económico, sólo un pequeño barniz progresista los diferencia. Y depende a qué líder atiendas, José Bono o Felipe González no se distinguen en nada del PP. Ahí estaban González y el que probablemente ha sido el ministro de justicia más dañino de la democracia, Gallardón, defendiendo a la oposición venezolana. Nada de autocrítica, han conseguido ser los perdedores auténticos.
La sorpresa ha sido el descalabro de Unidos Podemos. ¿Descalabro? No han perdido ni uno sólo de los diputados a pesar de perder más de un millón de votos. En cualquier elección, eso es un triunfo (véase el PSOE). Alrededor de las encuestas se está montando un debate, ¿qué ha fallado? ¿Son inútiles las encuestas o los encuestadores? Mi opinión es radicalmente distinta. Las encuestas han estado en su punto. Han acertado completamente.
En los años 50 del pasado siglo, el lingüista Austin puso en liza el concepto de enunciado performativo. Con este concepto pretendía poner en claro que el lenguaje no sólo es un reflejo de la realidad, a veces, decir algo es hacer algo. Cuando un juez dicta sentencia, dos novios dicen el “sí, quiero”, cuando alguien amenaza, con el sólo hecho de decir están sentenciando, casándose o amenazando. A veces, como recuerda el gran Emmánuel Lizcano, parece que se está describiendo, pero en realidad se está influyendo en el oyente. Si digo: “Tengo frío”, además de describir mi sensación, estoy pidiendo amablemente que se cierre una ventana. Las encuestas son actos performativos. Y muy eficaces.
La intención de mostrar el arrollador sorpasso tenía como intención desmovilizar a la izquierda que les podía votar (no es necesario, me puedo ir a la playa), atemorizar a los votantes del PSOE que les habían abandonado, y, sobre todo, al votante de derechas que tuviera miedo de que les fueran a quitar las casas, las pagas, la sanidad y se fugaran los capitales. Esto sería Venezuela. El éxito ha sido total.
Lo que me ha asombrado es que a Pablo Iglesias y compañía les haya cogido por sorpresa. Una de las cosas que me habían parecido más interesantes de los inicios de Podemos es que tuvieran muy claras las encuestas y los datos. Que no se comportaran como el político tradicional que escucha lo que quiere escuchar. Por lo visto, se acabó.
Y que se vayan acostumbrando. Este va a ser su umbral máximo de votos. Por mucho que quieran ilusionarse, Podemos nunca va a gobernar España. Un partido que basa su estrategia en mostrar una imagen pretendidamente desafiante nunca va a convencer a la mayoría. La política de gestos, con los que estoy en su mayoría de acuerdo, ha provocado un rechazo muy, muy fuerte, no sólo en la derecha o en el centro, también entre los votantes de IU, incluso en los que se ilusionaron con una nueva forma de hacer política. Podemos no es un partido radical, ni en sus planteamientos ni en sus políticas ni en sus gestos, pero sí un partido que cultiva sistemáticamente el rechazo de los demás. Y los demás, encantados de atacar con saña y desvergüenza.
El gran triunfador de la noche ha sido Mariano Rajoy, que ha conseguido mejorar unos malos resultados sin hacer nada. Sin hacer declaraciones, sin meterse en fregados, sin polémicas, casi sin aparecer por los medios. Un liberal clásico de “dejar hacer, dejar pasar”. Ha conseguido que se despedacen entre sí PSOE, Ciudadanos y Podemos, culpándose unos a otros de impedir el cambio de gobierno y él, recogiendo los votos huidos.
Lo que no estoy dispuesto a admitir es que hayan sido los elegidos por la mayoría de los españoles. Que menos de uno de cada tres votantes de casi la mitad del censo les haya votado significa que a la inmensa mayoría de los españoles no les gusta el PP, no les han votado, quieren que se vayan. Por mucho que diga Rajoy, no será el presidente que los españoles quieren.
Lo peor es que esto no es un campeonato de ningún deporte, no es cuestión de gustos y de filias arbitrarias. Lo que hemos votado ha sido darles carta blanca para que sigan pensando que pueden hacer de todo (corrupción, políticas represivas, recortes en gasto, subidas de impuestos) impunemente. Que Sor Passo interceda por nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario