domingo, 15 de noviembre de 2015

No marchemos con alegría.

Para mí, y creo que para alguno más, Le Bataclan era hasta ayer mismo una sala donde Lou Reed, John Cale y Nico se reunieron en 1972 para rememorar los tiempos de The Velvet Underground. Por lo visto se inauguró en los tiempos de Napoleón III. Ya nunca será lo mismo.
La cadena de atentados de París nos ha vuelto a conmocionar y horrorizar. La sangre fría de una planificación y una ejecución de atrocidades difícilmente imaginables. No me salen palabras más fuertes de repulsa.
Como siempre, son ciertas reacciones las que sí provocan comentarios. No voy a detenerme en los directamente racistas o islamófobos. Me repugna que alguien pueda utilizar una masacre para unos fines tan deleznables. Que si son todos un peligro, que los refugiados, que si el Estado Islámico….
A veces me preguntan los alumnos cómo pudo llegarse al clima para que comenzaran las guerras mundiales, cómo pudieron personas normales alistarse con tanta alegría para luchar contra otros hombres como ellos mismos, con la única diferencia de estar a un lado u otro de la frontera. ¿Cómo empezaron las guerras mundiales? Así. Ya hay muchos que claman el ataque preventivo. Hay que protegerse, dicen. No es odio, es que son ellos o nosotros.
Y no son gente en el bar o descabellados en el twitter, que son los jefes de Estado, como Hollande calificando de acto de guerra. Son nuestros propios políticos que hablan de civilización o barbarie. Por lo visto sólo los occidentales tenemos civilización que defender. ¿Ataque a la civilización? ¿Qué nos creemos, los únicos civilizados? Es una lucha de unos dirigentes contra otros, de unos intereses frente a otros, de un país contra otro, de una serie de países contra otros países. Nos sorprendería mucho ver que son los mismos implicados los que fabrican, venden y utilizan las armas. Así lo expresan muchos especialistas en terrorismo o en los países árabes. Los países desarrollados, los que exportamos productos industriales, en este caso, exportamos guerras.
Ni siquiera veo claro que se trate de un ataque a nuestras libertades o a nuestro modo de vida. Dicen por ahí que escogieron esos lugares por ser antros de perversión o del decadente modo de vida occidental. Yo no lo creo.
Lo que es verdad es que los muertos no duelen lo mismo si son en el Líbano, en Bagdad o en París. Nosotros somos civilizados y parece más inconcebible que esto suceda en la opulenta y libre Francia que, un día sí y otro también, acabe ocurriendo en los mercados de las ciudades de Oriente Medio.
En los análisis se intentan averiguar las motivaciones. Como los terroristas gritaban que Alá es grande o que esto es por Siria, las excusas están claras. Porque a los analistas no les convencen las razones, son sólo excusas: religión y Siria. Unos prefieren la primera y así descalifican a la religión de Mahoma como esencialmente violenta. Volvemos al choque de civilizaciones. En el fondo pienso como Saramago, la religión suele ser un motivo para desunir, enfrentar y hacer sufrir a los hombres. Teniendo en cuenta que hay gente violenta que es capaz de pelear y matar por el fútbol, la religión es un buen candidato a la locura homicida.
Otros prefieren señalar que es la respuesta a los ataques y a la injerencia occidental en Siria. También se habló en el 11S de que era una venganza por los “hermanos palestinos”, o que el 11M era la respuesta a la entrada de España en la Guerra del Golfo. Este es el argumento preferido de quienes están preparando el ambiente para una guerra. En ciertas academias militares y think tanks estadounidenses ya se tienen preparados planes para distintos escenarios de guerra en Asia. No los cogerán desprevenidos.
Por cierto, parece que se está imponiendo, al fin, la autoría yihadista de los atentados de Atocha. Ya está claro que sus autores sí que vivían en lejanas tierras. Pero no claro del todo, en boca de algunos comentaristas se pretende que no hay explicación para estos actos. Incluso el canal 24 H de televisión española, cuando hace recuento de atentados islamistas, no cree oportuno citar ni los de Casablanca ni los de Madrid, aunque sí que están los de las Torres Gemelas o el de Bali.
Lo que me parece un error es considerarlos dementes. No son locos, no son descerebrados. Es una estrategia calculada para causar daño y sembrar las semillas de la guerra. Cuanto peor, mejor. En la perversa mente de estos combatientes, de todos los combatientes está la idea de salvar a la patria, de sacrificarse por los suyos. No son locos asesinos que matan por placer, su violencia no es un fin en sí misma, tiene un objetivo político, económico, militar… Y demasiado a menudo la bandera que enarbolan es sólo una cortina de humo que pueda justificar de alguna manera sus actos.
Sintiendo mucho, doliéndome mucho las muertes y el sufrimiento de los que han padecido los atentados. No, no voy a rezar por las víctimas. Hay demasiados dioses en juego.
¿Qué nos queda? ¿Qué soluciones? Desgraciadamente pocas. Estamos en manos de irresponsables que pueden patrocinar golpes de estado, financiar grupos terroristas, llevar a cabo operaciones encubiertas, entrar en una espiral de odio sólo para lograr un equilibrio geopolítico mundial, justificar las ganancias de las grandes empresas de armamento, o el triunfo de sus negocios internacionales. Y nos llevarán a la III Guerra Mundial, si es que no ha empezado ya. Por lo menos que no nos lleven ilusionados.


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