lunes, 12 de octubre de 2015

Cuidado con lo que protestas


Una de las fascinaciones más grandes de las redes sociales es la transmisión “libre” de noticias y apreciaciones. Nos indignamos y espantamos ante noticias que no salen en los medios y servimos de correa de transmisión con la vana esperanza de que nuestro “me gusta” y “compartir” vaya a cambiar el mundo.
Creo que las batallas en el ámbito epistémico se juegan casi en victorias pírricas. Ganar implica muy poca ventaja. Denunciar por internet, el ciberactivismo, a menudo sólo aspira a conseguir romper el pensamiento único, simplemente dar una voz discrepante ante la avalancha de consignas. Por eso, de vez en cuando, me meto en los comentarios para ser disonante, un poco la voz que clama en el desierto y un poco tocanarices. Con respeto, intento que sea con respeto.
En estos últimos días he visto algunas campañas un poco sorprendentes, sobre todo porque uno acaba en un círculo de personas que más o menos son afines. Si estuviera en otro ámbito, con otro círculo de amigos virtuales seguramente vería más post anti-Podemos, a favor de cientos de vírgenes o glosando las virtudes de la copla. Pero somos lo que somos y nos juntamos con quienes nos juntamos.
He visto una campaña, digo campaña porque recoge firmas y porque ataca desde diferentes frentes, sobre el impuesto de sucesiones. Por lo visto, no lo he comprobado, en Andalucía se pagan más impuestos de sucesiones que, por ejemplo, en Madrid. Sabía que Madrid lo había bajado porque cuando el gobierno del PP lo propuso, en Estados Unidos, ni la facción más ultraliberal se había atrevido. Esta tasa grava la transmisión de una riqueza que el sujeto no ha sudado, que corresponde a sus progenitores. El argumento a favor de su supresión tiene que ver con que el padre ya ha pagado por esa riqueza. Y es cierto, pero también lo es que el descendiente no ha merecido cobrarlo, no se debe a su trabajo, su esfuerzo, su inteligencia a la hora de invertir, sólo en sus genes (y a lo mejor, ni eso, en los casos de hijos naturales desconocidos). Este es un impuesto que se aplica a partir de cierta cantidad, 500 000 euros, creo. Por eso veo que es un impuesto que redistribuye la riqueza de la clase alta y su supresión beneficia a los más ricos. Quizás tú puedas heredar una casa de tus padres, que será vieja y necesitará reparaciones, unas acciones o un dinerillo ahorrado, que es ínfima ventaja frente a la que ha tenido Patricia Botín o tendrá la descendencia de Amancio Ortega. ¿Por qué vamos a quitarlo? Dejaremos de ingresar de los impuestos de las grandes herencias lo que mermará las arcas del Estado, menos para sanidad, pensiones, educación…. Lo sorprendente es que lo pidan personas de todas las clases sociales. Incluidas las más bajas.
También me ha sorprendido una horrible fotografía en la que supuestamente un terrorista del Estado Islámico aparece con una cabeza cortada en la parte de la izquierda, y sonriente con sus hijos en la derecha. El texto identifica ambos varones y denuncia que ahora es refugiado en Austria, o Alemania, en Europa en suma. Es una campaña xenófoba contra los refugiados, muy en consonancia con las declaraciones de algunos miembros del PP que dejaban caer, como si no quisieran, que entre los refugiados habrá muchos terroristas. La verdad es que no sé cómo se han podido conseguir dos fotos de una misma persona en dos contextos tan diferentes. ¿No resulta sospechoso? A mí sí. La primera foto, la truculenta, es de una calidad mediocre y el protagonista luce una barba típica de los árabes. Y es lo que más se reconoce en la segunda. Además, la sonrisa satisfecha parece decirnos, ¿veis?, he conseguido colarme en vuestro mundo, vuestra solidaridad es estúpida y me ha permitido vivir de vuestras ayudas. Pues asumimos la fotografía y nos indignamos ante esos asesinos despiadados que impunemente se aprovechan de nuestra buena fe. No quiero mostrar la imagen, pero la prensa ya ha denunciado esos montajes.
Como un largo post que cuenta que un amigo de un amigo que trabaja en el INEM conoce el caso de un norteafricano que está solicitando una ayuda. Después de una parrafada con todo lujo de detalles nos enteramos que ha trabajado seis meses y lleva viviendo de nuestra ingenuidad más de año y medio. Y pretende seguir así. Imagino que, por pura probabilidad, algún inmigrante ha conseguido algún subsidio. Lo dudo mucho por la dificultad de conseguirlos para todos. Seguro que también hay quienes viven de la picaresca en todos los ámbitos. Estas historias son las que se repiten en los círculos neoliberales, en las cadenas de radio y prensa digital para que todos asintamos. Verdad, yo conozco uno que no quiere trabajar y prefiere cobrar el paro. Y encima es un moro. Eso sí que no puede ser, tenemos que dejar de dar esas ayudas y que espabilen… que no pueden vivir siempre de la sopa boba. Y así nos indignamos y nos vamos volviendo, no indiferentes al sufrimiento del paro, sino que pasamos al lado oscuro de la ira contra los que son como nosotros. De nuevo los más poderosos han conseguido quitarnos nuestros derechos, empeorar nuestras condiciones laborales, y encima nos enfrentan unos con otros, como si la culpa de perder sueldo y lo que en justicia nos pertenecía fuera, causado por estos pícaros. No, definitivamente no. Pícaros los ha habido siempre y especialmente los vemos en las altas esferas. Son ellos los que dan el pelotazo de millones de euros, ¿cuántas ayudas de cuántos meses se sacan de cuatro millones de euros? Pues no, preferimos indignarnos con los cuatrocientos de un parado de origen marroquí. Despiertan nuestra xenofobia y nuestro rencor y lo redirigen para que ellos no se vean afectados. Conozco un estudio británico, citado por Anthony Giddens, que valoraba el montante de ayudas conseguidas de manera fraudulenta entre los trabajadores. Por cada libra que cobraban de más, había diez libras de ayudas que no se pedían.
Y, para trivializar un poco, por internet también he visto un artículo del Huffington Post, en el que podemos aprender mucho de la vida a través de ocho frases del personaje Sheldon Cooper. Este simpático físico sufre el llamado síndrome de Asperger, un cuadro del espectro autista. La redactora pretende que tengamos como modelo a alguien que tiene una especie de minusvalía. Como si el objetivo de la humanidad fuera comportarse como autistas, considerándonos interesantes sólo a nosotros mismos, rechazando las convenciones sociales que no entendemos, arrogantes, incapaces de intimar con nadie, tristes porque los demás son estúpidos. Un modelo de ciudadano no solidario, incapaz de serlo. Ese es el ideal de hombre al que damos un “me gusta” y compartimos con la típica sonrisa de “me río porque es verdad”.
Tenemos que estar alerta con estas campañas, con estos movimientos que pueden parecer razonables. Y quizás lo sean. Puede que sus imágenes estén trucadas, o que los datos, simplemente, estén falseados, por eso tenemos que filtrar, actuar con prudencia y razonando a qué le damos nuestro asentimiento. Quizás acabemos trabajando para el enemigo y ayudando a justificar un mundo cada vez más injusto, sin que nadie alce la voz para denunciarlo.

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