lunes, 1 de diciembre de 2014

Yogur natural.



Creo que pocas incongruencias hay más deliciosas que el yogur natural. Si nos paramos a pensarlo, nunca puede un yogur ser natural. La naturaleza no da yogures, no hay una planta del yogur, ni un animal que lo utilice para amamantar a sus crías. Y sin embargo, decimos “yogur natural” y la gente nos entiende.
En el otro extremo tenemos los “fuegos artificiales”. De acuerdo, hay fuegos naturales que origina un rayo o una mínima chispa en la sequedad de los rastrojos, pero podemos coincidir en que la mayoría de los fuegos están originados por el hombre. Y no tiene gran sentido distinguir a la pirotecnia como “artificial”. Igual de artificial veo encender una barbacoa, o será que me doy muy pocas trazas.
La contraposición entre artificial y natural tiene muchos riesgos. Sería natural pensar que lo que el hombre construye se adapta más a sus necesidades y tiene más mérito. Un refugio natural en una cueva siempre será más incómodo y menos adecuado como vivienda que un chalecito adosado. Y sin embargo solemos identificar lo natural con lo bueno y lo artificial con lo moralmente malo. Un sabor artificial siempre es despectivo, aunque las grandes creaciones de la cocina tengan cada vez más artilugios y estén preparados con más mimo.
Una comida natural sería, por ejemplo, la dieta mediterránea. Porque utiliza la materia prima natural, los tomates, el ajo, la carne de cerdo… y unas pocas especias. Luego lo echamos al fuego durante muchísimo tiempo y tenemos una cocina "natural". Aunque el trabajo humano haga que cualquier parecido con la materia original sea inencontrable. (Que no termino de entender qué es eso de dieta mediterránea basada en el tomate, originario de las Américas, comida atlántica a lo sumo.)
Ya sé, lo natural es lo que no tiene conservantes. Definamos conservantes, porque la sal en el jamón o el bacalao es un conservante. Que no es dañino porque es natural. Los conservantes malos son los artificiales. De nuevo la contraposición natural es igual a bueno, artificial, a malo. En este caso porque es un artificio, un engaño, un truco para que las cosas duren más de lo debido y sepan a cosas que no son.
Un hombre natural es el que va con la verdad por delante, dejando escapar sus instintos naturales. Un hombre artificial es el que va con hipocresías y engaños. Otro día entraré al trapo de por qué la hipocresía tiene su valor. Quedémonos con que deberíamos ser honestos, pero no crueles, aunque el doctor House es el más auténtico y natural porque es brutalmente honesto.
Un hombre sin artificios no es un hombre. El hombre aprende a serlo gracias a muchos artificios, desde la silla del parto hasta el lenguaje. Para hablar con naturalidad hay que practicar durante horas. No podemos ser hombres sin esos artificios mentales que llamamos conceptos. Pero incluso ahí hay un límite. Hay conceptos naturales y otros mucho más artificiosos, llamados, sin duda, a confundir a las mentes limpias de los seres naturales.
Ese es el peligro que veo mayor en la dicotomía. Considerar lo natural como lo que cada uno ve bueno desde su óptica otorga inconscientemente la categoría de bondad suprema a lo que, quizás sólo sea lo que uno esté acostumbrado a ver. Por ejemplo. Decir que la homosexualidad no es natural no hace sino hacer hincapié en el hecho de que te parece mal –por las razones que sean–. El argumento se basa en que suponer que es natural practicar el coito con el sexo opuesto, que es la manera “natural” de conseguir perpetuar la especie. Dejando de lado que encontremos comportamientos “homosexuales” entre otras especies, parece que se está otorgando un fin específico al hombre. Lo natural es conseguir descendencia. Por lo que todas aquellas otras actividades humanas no destinadas a ese fin serían “antinaturales”. La peor de todas sería la castidad, algo completamente antinatural a todas luces.
No creo que se puedan utilizar las categorías de natural o artificial como sinónimos de bueno y malo. Unas gafas, una operación de vesícula son completamente artificiales, y son buenas. Los virus, los terremotos y las manchas solares serán muy naturales, pero nos fastidian la vida bastante. Para la gran mayoría de las cosas la categoría bueno/malo se superpone a la de natural/artificial. Los ordenadores, la agricultura o los edificios son artificiales y pueden ser catastróficos. Todo lo que incluye la selva virgen o los volcanes tienen sus más y sus menos.
Lo realmente sorprendente es cómo introducimos dentro de las actividades humanas las categorías natural/artificial. El vino es artificial por definición y puede ser buenísimo. Lo artificial sobre lo artificial se produce cuando no es vino, es “química”. Entonces se echa a perder.
Miedo me da cuando se habla de regímenes políticos más naturales o más artificiales. No necesariamente unos son mejores o son peores los otros. Es cierto que conocer la naturaleza humana nos puede aclarar cómo hay que encarar los problemas de la sociedad, pero desde un punto de partida, nunca como un punto de llegada. Podremos conocer si fulanito es genéticamente natural, y actuaremos en consecuencia al educarlo. Podremos al final saber si el hombre es bueno y generoso o malo y egoísta. Pero nunca lo natural o lo artificial deberían guiar el objetivo de conseguir un mundo más justo. Me da igual que eso sea artificial, lo más probable es que sea artificial, y quizás por eso mismo, deseable.
Nos maravillamos ante lo sublime de la naturaleza, unas cataratas, un atardecer, la inmensidad del océano en una tormenta, las nubes del cielo en un día lluvioso que clarea. Y de igual manera nos maravillamos ante el ingenio humano y la capacidad para crear una catedral, una miniatura o una melodía. La literatura es un invento artificial maravilloso que nos hace reflexionar sobre lo divino y lo humano, lo natural y lo artificial, y en estos días inciertos, nos hace preguntarnos sobre nuestro pasado y barruntar nuestro futuro.

2 comentarios:

  1. Querido Javier. Está claro, de historiador medieval (creo) has pasado por la Sociología y te has afincado finalmente en la Filosofía.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Enrique. Me estoy especializando en el magisterio liendre.

    ResponderEliminar